viernes, 6 de mayo de 2011

Creías que todo era perfecto, que todo iba bien, sinceridad, confianza, cariño, amor... Lo tenías todo. Pero un día, un día cualquiera todo oscureció. El invierno se apoderó de ti y todo se volvió tenue, sinuoso, lúgubre. Todas las cosas que tenías desaparecieron en un instante, tan pronto como aparecieron en ti, sin esperar. Lo has intentado arreglar, has intentado que todo volviera como a aquellos días llenos de luz, color y felicidad, pero te ha sido imposible. Te ha sido imposible porque se te han agotado las fuerzas. Al principio tenías muchas, porque tenías esperanza, fe, llámalo como quieras, de que algún día más o menos cercano, todo volvería a su ser. No ha sido así. Y la paciencia, la esperanza o la fe que tenías al principio se te han diluido. Sólo queda una pizca de luz en el fondo de ti. Una luz minúscula que solamente puedes apreciar tú, porque es tu luz. Esa luz que te dice que algún remoto día todo volverá a ser como antes. Y a pesar de esa luz, tus fuerzas están por los suelos. Quizás con el tiempo esas fuerzas vuelvan a salir a flote y consigas tus objetivos. Sólo quizás

No hay comentarios:

Publicar un comentario